martes, 28 de febrero de 2017

La objetividad histórica afectada por los modos de narrar

Hegel fue el crítico de todos los historiadores anteriores a él, también fue el más influyente filósofo para la historia en la época posterior. Los propios historiadores estaban demasiados ocupados como para detenerse a estudiar las bases teóricas de la historia. Al mismo tiempo que Hegel trataba de establecer el problema de la justificación teórica como forma especial de conciencia. Durante esos años (1820-1830) la historia se profesionalizó, esta profesionalización parecía bastar para solucionar el problema de la separación de historiografía y filosofía de la historia.

Durante estos años se fundaron cátedras de historia en Berlín 1810, París 1812. Se establecieron sociedades para la recolección y publicación documental (Monumenta Germanae historica) 1819, entre otros, se editaron publicaciones periódicas, la profesión se volvió cada vez más académica.

Esta profesionalización no conllevó una aclaración de las bases teóricas, no hubo una trasformación conceptual. El “método histórico” consistía básicamente en la utilización de las más refinadas técnicas filológicas para le crítica de documentos. Lo que comúnmente se sostenía era que la historia era una combinación de ciencia y arte. El historiador debía tratar de ser “científico” en la investigación de documentos para establecer lo que “realmente sucedió” y tratar de presentar dicho pasado en forma artística, pero en general se aceptaba que la historia era una ciencia “prenewtoniana”.

Eso si, la historia se debía realizar con un espíritu libre de los intereses partidarios y lealtades confesionales, se apelaba al rigor metodológico en la investigación. Según White el verdadero interés era uno más profundo según lo atestigua una revista alemana “hiestorische Zeitschift”: “sustraer los estudios que estaban haciendo radicales y reaccionarios en la escena política”, sino más bien “servir los intereses y valores de los nuevos ordenes y las nuevas clases sociales que habían llegado al poder después de la época revolucionaria” (Pág. 137). Esto quería decir: “que la profesionalización de los estudios históricos sí tenía implicaciones políticas específicas y que la teoría (de la historia) en que por último se basaba esta cintifización no era otra que las ideologías de los sectores medios del espectro social, representados por los conservadores por un lado y liberales por el otro”.

Los profesores con posturas diferentes fueron removidos de sus puestos Guizot, Cousin, Feuerbach, Strauss, Michelet, Quinet, entre otros, “en 1850 se suspendió en las universidades francesas la libertad de enseñanza con el fin de proteger a la sociedad de loa amenaza del “ateísmo y socialismo””. El poeta Heine, por ejemplo, criticaba violentamente al profesorado que tras la máscara de la objetividad y el estudio desinteresado en el pasado que defendía los regimenes autoritarios. Heine anticipaba el ataque que haría Nietzsche contra los historiadores académicos en la década de 1870,  algo que casi se vuelve un cliché.
           
LOS CLASICOS DE LA HISTORIOGRAFIA DEL SIGLO XIX


Entre 1821 y 1869 se produjeron obras que aun sirven de modelo, sus autores son Jules Michelet, genio presidente de la escuela romántica de historiografía, Leopod von Ranke fundador de la escuela historicista paradigma de la historiografía académica, Alexis de Tocqueville fundador de la escuela social prototipo de los modernos sociólogos históricos Durkheim, Weber. Jacobo Burckhardt arquetipo del historiador cultural, quienes sirven aun como paradigmas de una ciencia histórica característicamente moderna, representan además realizaciones originales modelos alternativos de lo que puede llegar a ser una historiografía moderna realista.
           
HISTORIOGRAFIA VERSUS FILOSOFIA DE LA HISTORIA


Hegel creía que la justificación teórica de la historia era exclusiva de la época moderna, esta reflexión histórica él la denominaba “historia original”, la cual había existido desde los griegos. Para Hegel la filosofía de la historia era la explicación de los principios subyacentes a la “historia reflexiva”. Esta manera de distinguir entre historiografía y filosofía de la historia no fue comprendida en general, ni aceptada cuando era comprendida, por los historiadores del XIX. Para ellos la filosofía de la historia representaba el esfuerzo por escribir historia con base en prejuicios filosóficos que requerían torcer la evidencia a favor de un esquema alcanzado por un razonamiento apriorístico. El método histórico según lo entendían los historiadores del XIX consistía en acudir al archivo sin ningún pre concepto , estudiar los documentos y después escribir la historia sobre los sucesos registrados en los documentos para hacer de la historia misma ala explicación de “lo que realmente había sucedido”

Sugerir que el historiador tramaba sus historias sería ofensivo para la mayoría de los historiadores del XIX. Nadie negaba que al pasado se pudieran aplicar distintos puntos de vista pero tales puntos de vista debían ser suprimidos, que como perspectivas podían lo mismo iluminar como oscurecer. Lo importante era “contar el cuento” de lo “que había pasado” sin ningún residuo conceptual significativo ni preformación ideológica de lo que había sucedido se desprendiera de la narración. No se entendía que la elección de la forma de tramar en si reflejaba un compromiso con una filosofía de la historia, esto lo había señalado Hegel en su obra “Estética”.

Los grandes historiadores del XIX afirmaban estar contando lo que realmente sucedió, pero todos al contar “su cuento” estaban explícitamente abrazando una concepción de explicación por descripción, utilizando el arte de la explicación por la trama. Contada por un distinto tipo de cuento: novela, comedia, tragedia o sátira. La filosofía de la historia de cada uno de los autores representaban tanto las estrategias explicativas como también los modelos de tramar que eligieron para conformar o informar el relato que contaban.

Pero más importante que esto es la conciencia y la postura ante esa estructura y el protocolo lingüístico utilizado. Los cuatro grandes representaban la solución al problema de cómo escribir la historia, respectivamente: novela, comedia, tragedia, sátira para tramar. Pero adoptaban posturas ideológicas frente al campo histórico: anarquista, conservadora, liberal y reaccionaria, y también protocolos lingüísticos: metafórico, sinecdóquico,  metonímico e irónico.

Michelet        Novela         Anarquista             Metafórico
Ranke           Comedia           Conservador           Sinecdóquico
Tocqueville          Tragedia           Liberal              Metonímico
Burckhardt            Sátira             Reaccionario            Irónico.

LA HISTORIOGRAFIA ROMANTICA COMO “REALISMO” EN EL MODO METAFORICO

La mayoría de los románticos presuponía una teoría del conocimiento adecuada a su caracterización del campo histórico como lo que Carlyle llamó un “Caos de Ser” con respecto al cual el historiador podía adoptar una posición de observador a la vez de agente de sus procesos. El autor aquí toma tres ejemplos de románticos Constant, Novalis y el propio Carlyle, pues la noción de historia como “Caos de Ser” provocaba distintas concepciones con respecto a la tarea del historiador.

Constant: variante romántica del punto de vista irónico heredado de la última parte del XVIII, ahora más nihilista de acuerdo a los hechos posrevolucionarios. (Ver ensayo “sobre la religión”) este pasaje es abiertamente irónico, muestra a la humanidad “victoriosa”, asombrada de haber alcanzado su actual posición, pero tal “victoria” se ha vuelto en contra del hombre, quien está sólo en un mundo hostil. La amenaza mayor deriva del descubrimiento de la falta de significado de la historia, el hombre posrevolucionario ha destruido las principales estructuras del pasado, así los hombres vivos están ubicados entre un pasado que los abandona y un futuro cerrado. Están obligados a vivir sin memoria y sin esperanza. Era precisamente esa postura irónica la que los sistemas filosóficos de principios del XIX querían superar y suplantar por una capacidad del hombre para gobernar su propio destino dándole sentido y significado a su historia.

La respuesta romántica a ese estado de “angoissé” (¿angustia?) tomó dos formas: religiosa y estética. Un ejemplo de la versión religiosa fue Novalis, quien reaccionó ante el escepticismo y el nihilismo de la ilustración tardía. Novalis sustituyó el dogmatismo del escéptico total por el dogmatismo fideísta. El problema para él era reconocer lo inadecuado de cualquier solución simplemente secular o humana para los problemas sociales. Ponía la fe en otra clase de fe cristiana, ni católica ni protestante, sino unificadora y cosmopolita, creía que una justificación de su esperanza se encontraba en el estudio de la historia “os remito al estudio de la historia, buscad en su instructiva coherencia puntos de tiempo paralelos y aprended a usar la barita de la analogía”. “la misma condición que Constant experimentaba como pesadillas, Novalis la consideraba material para un sueño de liberación”.

Las dos posiciones generarían el mismo tipo de historiografía. Para Constant todos los hechos son igualmente insignificantes y parea Novalis todos eran significativos para, en uno  y otro caso, buscar el significado del significado del hombre, su autoconocimiento de la calidad significativa de la vida humana.


Una forma más esteticista pero responsablemente ética era la de Carlyle. Este defendía el propósito de la historia como un intento por revocar el edicto del destino, para romper el dominio del tiempo sobre la humanidad. El propósito del historiador era trasmutar las voces de los grandes hombres en consejos e inspiración para los hombres del presente.

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