La objetividad
histórica afectada por los modos de narrar
Hegel fue el crítico de todos los historiadores
anteriores a él, también fue el más influyente filósofo para la historia en la
época posterior. Los propios historiadores estaban demasiados ocupados como
para detenerse a estudiar las bases teóricas de la historia. Al mismo tiempo
que Hegel trataba de establecer el problema de la justificación teórica como
forma especial de conciencia. Durante esos años (1820-1830) la historia se
profesionalizó, esta profesionalización parecía bastar para solucionar el
problema de la separación de historiografía y filosofía de la historia.
Durante estos años se fundaron cátedras de
historia en Berlín 1810, París 1812. Se establecieron sociedades para la
recolección y publicación documental (Monumenta
Germanae historica) 1819, entre otros, se editaron publicaciones
periódicas, la profesión se volvió cada vez más académica.
Esta profesionalización no conllevó una
aclaración de las bases teóricas, no hubo una trasformación conceptual. El
“método histórico” consistía básicamente en la utilización de las más refinadas
técnicas filológicas para le crítica de documentos. Lo que comúnmente se
sostenía era que la historia era una combinación de ciencia y arte. El
historiador debía tratar de ser “científico” en la investigación de documentos
para establecer lo que “realmente sucedió” y tratar de presentar dicho pasado
en forma artística, pero en general se aceptaba que la historia era una ciencia
“prenewtoniana”.
Eso si, la historia se debía realizar con un
espíritu libre de los intereses partidarios y lealtades confesionales, se
apelaba al rigor metodológico en la investigación. Según White el verdadero interés era uno más
profundo según lo atestigua una revista alemana “hiestorische Zeitschift”: “sustraer los estudios que estaban
haciendo radicales y reaccionarios en la escena política”, sino más bien
“servir los intereses y valores de los nuevos ordenes y las nuevas clases
sociales que habían llegado al poder después de la época revolucionaria” (Pág.
137). Esto quería decir: “que la profesionalización de los estudios históricos
sí tenía implicaciones políticas específicas y que la teoría (de la historia)
en que por último se basaba esta cintifización no era otra que las ideologías
de los sectores medios del espectro social, representados por los conservadores
por un lado y liberales por el otro”.
Los profesores con posturas diferentes fueron
removidos de sus puestos Guizot, Cousin, Feuerbach, Strauss, Michelet, Quinet,
entre otros, “en 1850 se suspendió en las universidades francesas la libertad
de enseñanza con el fin de proteger a la sociedad de loa amenaza del “ateísmo y
socialismo””. El poeta Heine, por ejemplo, criticaba violentamente al
profesorado que tras la máscara de la objetividad y el estudio desinteresado en
el pasado que defendía los regimenes autoritarios. Heine anticipaba el ataque
que haría Nietzsche contra los historiadores académicos en la década de 1870, algo que casi se vuelve un cliché.
LOS CLASICOS DE LA
HISTORIOGRAFIA DEL SIGLO XIX
Entre 1821 y 1869 se produjeron obras que aun
sirven de modelo, sus autores son Jules Michelet, genio presidente de la
escuela romántica de historiografía, Leopod von Ranke fundador de la escuela
historicista paradigma de la historiografía académica, Alexis de Tocqueville fundador
de la escuela social prototipo de los modernos sociólogos históricos Durkheim,
Weber. Jacobo Burckhardt arquetipo del historiador cultural, quienes sirven aun
como paradigmas de una ciencia histórica característicamente moderna,
representan además realizaciones originales modelos alternativos de lo que
puede llegar a ser una historiografía moderna realista.
HISTORIOGRAFIA
VERSUS FILOSOFIA DE LA HISTORIA
Hegel creía que la justificación teórica de la
historia era exclusiva de la época moderna, esta reflexión histórica él la
denominaba “historia original”, la cual había existido desde los griegos. Para
Hegel la filosofía de la historia era la explicación de los principios
subyacentes a la “historia reflexiva”. Esta manera de distinguir entre
historiografía y filosofía de la historia no fue comprendida en general, ni
aceptada cuando era comprendida, por los historiadores del XIX. Para ellos la
filosofía de la historia representaba el esfuerzo por escribir historia con
base en prejuicios filosóficos que requerían torcer la evidencia a favor de un
esquema alcanzado por un razonamiento apriorístico. El método histórico según
lo entendían los historiadores del XIX consistía en acudir al archivo sin
ningún pre concepto , estudiar los documentos y después escribir la historia
sobre los sucesos registrados en los documentos para hacer de la historia misma
ala explicación de “lo que realmente había sucedido”
Sugerir que el historiador tramaba sus
historias sería ofensivo para la mayoría de los historiadores del XIX. Nadie
negaba que al pasado se pudieran aplicar distintos puntos de vista pero tales
puntos de vista debían ser suprimidos, que como perspectivas podían lo mismo
iluminar como oscurecer. Lo importante era “contar el cuento” de lo “que había
pasado” sin ningún residuo conceptual significativo ni preformación ideológica
de lo que había sucedido se desprendiera de la narración. No se entendía que
la elección de la forma de tramar en si reflejaba un compromiso con una
filosofía de la historia, esto lo había señalado Hegel en su obra
“Estética”.
Los grandes historiadores del XIX afirmaban
estar contando lo que realmente sucedió, pero todos al contar “su cuento”
estaban explícitamente abrazando una concepción de explicación por descripción,
utilizando el arte de la explicación por la trama. Contada por un distinto tipo
de cuento: novela, comedia, tragedia o sátira. La filosofía de la historia de
cada uno de los autores representaban tanto las estrategias explicativas como
también los modelos de tramar que eligieron para conformar o informar el relato
que contaban.
Pero más importante que esto es la conciencia y
la postura ante esa estructura y el protocolo lingüístico utilizado. Los cuatro
grandes representaban la solución al problema de cómo escribir la historia,
respectivamente: novela, comedia, tragedia, sátira para tramar. Pero adoptaban
posturas ideológicas frente al campo histórico: anarquista, conservadora,
liberal y reaccionaria, y también protocolos lingüísticos: metafórico,
sinecdóquico, metonímico e irónico.
Michelet Novela Anarquista Metafórico
Ranke Comedia Conservador Sinecdóquico
Tocqueville Tragedia Liberal Metonímico
Burckhardt Sátira Reaccionario Irónico.
LA HISTORIOGRAFIA ROMANTICA COMO “REALISMO” EN EL MODO METAFORICO
La mayoría de los románticos
presuponía una teoría del conocimiento adecuada a su caracterización del campo
histórico como lo que Carlyle llamó un “Caos de Ser” con respecto al cual el
historiador podía adoptar una posición de observador a la vez de agente de sus
procesos. El autor aquí toma tres ejemplos de románticos Constant, Novalis y el
propio Carlyle, pues la noción de historia como “Caos de Ser” provocaba
distintas concepciones con respecto a la tarea del historiador.
Constant: variante romántica del punto de vista irónico
heredado de la última parte del XVIII, ahora más nihilista de acuerdo a los
hechos posrevolucionarios. (Ver ensayo “sobre la religión”) este pasaje es
abiertamente irónico, muestra a la humanidad “victoriosa”, asombrada de haber
alcanzado su actual posición, pero tal “victoria” se ha vuelto en contra del
hombre, quien está sólo en un mundo hostil. La amenaza mayor deriva del
descubrimiento de la falta de significado de la historia, el hombre
posrevolucionario ha destruido las principales estructuras del pasado, así los
hombres vivos están ubicados entre un pasado que los abandona y un futuro
cerrado. Están obligados a vivir sin memoria y sin esperanza. Era precisamente
esa postura irónica la que los sistemas filosóficos de principios del XIX querían
superar y suplantar por una capacidad del hombre para gobernar su propio
destino dándole sentido y significado a su historia.
La respuesta romántica a ese estado
de “angoissé” (¿angustia?) tomó dos formas: religiosa y estética. Un ejemplo de
la versión religiosa fue Novalis, quien reaccionó ante el escepticismo y
el nihilismo de la ilustración tardía. Novalis sustituyó el dogmatismo del
escéptico total por el dogmatismo fideísta. El problema para él era reconocer
lo inadecuado de cualquier solución simplemente secular o humana para los
problemas sociales. Ponía la fe en otra clase de fe cristiana, ni católica ni
protestante, sino unificadora y cosmopolita, creía que una justificación de su
esperanza se encontraba en el estudio de la historia “os remito al estudio de
la historia, buscad en su instructiva coherencia puntos de tiempo paralelos y
aprended a usar la barita de la analogía”. “la misma condición que Constant
experimentaba como pesadillas, Novalis la consideraba material para un sueño de
liberación”.
Las dos posiciones generarían el
mismo tipo de historiografía. Para Constant todos los hechos son igualmente
insignificantes y parea Novalis todos eran significativos para, en uno y otro caso, buscar el significado del significado
del hombre, su autoconocimiento de la calidad significativa de la vida humana.
Una forma más esteticista pero
responsablemente ética era la de Carlyle. Este defendía el propósito de
la historia como un intento por revocar el edicto del destino, para romper el
dominio del tiempo sobre la humanidad. El propósito del historiador era
trasmutar las voces de los grandes hombres en consejos e inspiración para los
hombres del presente.
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